En BABILONIA
¡Se los juro a pie juntillas!. Me hallaba sin fè (una vez màs) sintiendo que perdìa misrablemente el tiempo, postergando mis planes, evitando la acciòn. Malditas cortapisas. Hoy no aguantè màs, primero de Septiembre, con hambre y sueño partì a Viña del Mar, estaba feliz cuando abordè el bus. Sin embargo, al llegar a Peñuelas, extrañamente me abandonò mi natural presencia de ànimo... ¿Y si perdìa?, ¿y si mi dura pràctica y concienzudo estudio del juego valian menos que una cucharada de mierda? La ansiedad casi me desborda. Entonces me obliguè a adoptar el estado de oraciòn espiritual, entrarìa al casino de todos modos.
Lo hice.
Mi corazòn saltaba, lo mismo mis sienes, pero entrè. Anduve una hora mirandolo todo, sin atreverme a sentarme en una mesa de blackjack, imaginando que mi frente estaba marcada con la señal de las trampas. Creì que me observaban.
Me sentè en una mesa, comprè algunas fichas y perdì las primeras manos, no conseguìa concentrarme ni recuperar todo lo que sè del juego, apenas algo de estrategia bàsica, de pronto el zapato se puso a mi favor y ganè cinco manos seguidas. Aquì debì abandonar el juego, no lo hice y de un total de $21.000 terminè perdiendo $6.000. Me levantè de la mesa y fui a la barra por un refresco sin alcohol. Estuve media hora pensativo, luego me puse a vagar por las estùpidas tragamonedas. Me autoreprochaba mi falta de convicciòn y, sobretodo, de concentraciòn en el Juego. Me dije que todo habìa sido basura, mis interminables horas de pràctica, los empleos insufribles que padecì para llegar el gran momento que ahora era decepcionante.
Pero DIOS es Grande...